Desde pequeñito me sabía observado. Podía sentir sus ojos taladrándome en la oscuridad de mi cuarto. A mis chillidos de terror acudían mis padres, y en sus caricias consoladoras, y en sus fastidiosas amonestaciones en las que primero me tildaban de fantasioso, más adelante de miedoso, de insoportable, de cobarde, había un gesto de repugna; de negación hacia mí.
Mixcóatl, desde 1996, es una cooperativa dedicada a la publicación, al montaje escénico y al acercamiento al universo literario. En el rubro de publicación está especializada en plaquettes y libros de poesía, narrativa, ensayo, dramaturgia, cuento infantil, guión, artes plásticas, varia invención y tiene además una colección de gastronomía. Como Producciones Mixcóatl (Serpiente de Nubes) incursiona desde 1998 en montaje escénico.
lunes, 27 de julio de 2015
martes, 21 de julio de 2015
lunes, 13 de julio de 2015
El paraíso de Tlaloc, Por Paco Pacheco
Para Axel Emanuel, que a sus seis años
pide cuentos de espantos.
I
En manantiales, ríos y lagunas, vive el Ahuítzotl. Es del tamaño de un perro, tiene pelo corto, cuerpo negro y liso, orejas terminadas en punta, pies y manos como de chango, y al final de la cola, una mano igual a las nuestras.
Si alguien pasa por las orillas del lago, pozo o fuente, donde él está, lo agarra con la mano de su cola, lo mete bajo el agua, lo lleva a lo más profundo, y lo ahoga.
A los pocos días el cuerpo sale a flote sin una sola herida, pero lleno de moretones. Aparece sin ojos, sin nariz, sin dientes, sin orejas y sin uñas porque todo eso se comió el Ahuítzotl.
Cuando tiene tiempo sin haber cazado a ninguna persona, sale a la orilla de la laguna o la presa donde vive y comienza a llorar como si fuera un niño de pocos meses. Quien lo oye, creyendo que se trata de un bebé, va hacia él, y el Ahuítzotl lo atrapa con la mano de su cola, lo lleva bajo del agua y lo mata allá, en su cueva.
II
La abuela Enedina nunca vio un Ahuítzotl, pero una tía suya, de nombre Selena, cierta mañana, antes de la salida del sol, fue por agua al manantial. Pasó una hora y no regresó; pasaron dos, y el tío Marcial, su esposo, fue a casa de la abuela Ene, para ver si estaba allí, y como no la encontró, todos, hasta Ene, que por entonces tenía seis años, fueron a buscarla, y a un ladito del manantial vieron su cántaro, aunque de tía Selena, ni sus luces. A los tres días apareció su cuerpo sin ojos, sin nariz, sin orejas, sin dientes y sin uñas.
—Fue el Ahuítzotl –afirmó el tío, y como todos sabían que ningún adulto puede tocar el cuerpo de un ahogado por ese animal, debido a que es protegido de los tlaloques, ayudantes de Tlaloc, dios de la lluvia, y su alma va al Tlalocan, pidieron a los niños que lo sacaran y lo prepararan para el entierro.
Los funerales de la tía Selena fueron inolvidables: la llevaron en andas, entre música de flautas, ramos de flores, y cohetones. La neblina era tan cerrada, que la abuela Ene, según contaba, apenas sí podía verse los pies.
—¿Qué mejor manera de llegar al Ayauhcalco, o Casa de la Niebla? –decían los ancianos, y aseguraban, también, que tía Selena podía pedir que alguno de sus familiares tuviera su misma muerte para ser llevado al paraíso donde ella se encontraba. Fuera cierto, o no, el tío Marcial eludió desde entonces las lagunas, los pozos y hasta el agua de las tinajas, y nunca, hasta su muerte, volvió a bañarse.
lunes, 6 de julio de 2015
Fantasmagoría -5- Bestiario Carmilla -La Uripillo-
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que clavaba mis sueños con pesadillas de ojos infectos, de hocicos voraces e inquietas garras.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que me escupía sierpes de colmillos emponzoñados a punto de morder mi cuerpo aterido.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que sorbía mi vida reduciéndola a un prolongado grito de espanto.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que hinchaba de aullidos dolorosos mi casa, mi cuarto, mi colchón, mis sábanas, mis cabellos, mi almohada, por las que se entretejían alacranes gigantes, andariegos de colas enhiestas sobre mis cabellos, penetrando por la comisura de mis labios, mis párpados, mi cerebro.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que anidaba parvadas de águilas leonadas, con babeantes picos ávidos de carne humana.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno que guarecía a la Hidra de Lerna, serpiente acuática de cuerpo informe, de aliento letal, de cabezas varias que cercenadas crecían dobles, y en cuyas fauces me negaba a morir.
Me interné en el bosque para escapar de ese terror nocturno y fui a caer en la trampa de la peor de las aberraciones que habitan la tierra, de ese monstruo ceñidor de cadenas, que hiere y tortura a capricho, que quema a su antojo, que viola con odio mi cuerpo ahora basura, mi cuerpo ahora deshecho, mi cuerpo ahora inmundicia; mi cuerpo hoy, reducido a gargajo.
¡Ojalá pudiera internarme por el bosque! Silencio. Las raíces murmuran, las ramas pavura llaman, los troncos se ahuecan ofreciendo asilo, la tierra se socava: Ven, escápate, no hay peor terror del que estás padeciendo, ven, muérdete la lengua, sostén el respiro, ahógate en sangre. Cuando venga a tirar tu cuerpo, nosotras raíces seremos tu venganza, nosotras malezas extraviáremos su camino, marejadas de viento cegarán su mirada, árboles milenarios azotarán su rostro borrando sus facciones, el maligno Estramonio hermano de la Veratrum engendrará bajo su piel gusanos, cúmulos de ramas quebrarán sus huesos, como él uno a uno ha quebrantado los tuyos, nuestras miasmas se gestarán en su cerebro enloqueciéndolo en breve, hasta que sus pies elevados cuelguen y la cabeza de ese cruel, de ese insaciable, de esa bestia a la que llaman Hombre, se desguace tronchada con los ojos fijos en tu cadáver florido.
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