Para Axel Emanuel, que a sus seis años
pide cuentos de espantos.
I
En manantiales, ríos y lagunas, vive el Ahuítzotl. Es del tamaño de un perro, tiene pelo corto, cuerpo negro y liso, orejas terminadas en punta, pies y manos como de chango, y al final de la cola, una mano igual a las nuestras.
Si alguien pasa por las orillas del lago, pozo o fuente, donde él está, lo agarra con la mano de su cola, lo mete bajo el agua, lo lleva a lo más profundo, y lo ahoga.
A los pocos días el cuerpo sale a flote sin una sola herida, pero lleno de moretones. Aparece sin ojos, sin nariz, sin dientes, sin orejas y sin uñas porque todo eso se comió el Ahuítzotl.
Cuando tiene tiempo sin haber cazado a ninguna persona, sale a la orilla de la laguna o la presa donde vive y comienza a llorar como si fuera un niño de pocos meses. Quien lo oye, creyendo que se trata de un bebé, va hacia él, y el Ahuítzotl lo atrapa con la mano de su cola, lo lleva bajo del agua y lo mata allá, en su cueva.
II
La abuela Enedina nunca vio un Ahuítzotl, pero una tía suya, de nombre Selena, cierta mañana, antes de la salida del sol, fue por agua al manantial. Pasó una hora y no regresó; pasaron dos, y el tío Marcial, su esposo, fue a casa de la abuela Ene, para ver si estaba allí, y como no la encontró, todos, hasta Ene, que por entonces tenía seis años, fueron a buscarla, y a un ladito del manantial vieron su cántaro, aunque de tía Selena, ni sus luces. A los tres días apareció su cuerpo sin ojos, sin nariz, sin orejas, sin dientes y sin uñas.
—Fue el Ahuítzotl –afirmó el tío, y como todos sabían que ningún adulto puede tocar el cuerpo de un ahogado por ese animal, debido a que es protegido de los tlaloques, ayudantes de Tlaloc, dios de la lluvia, y su alma va al Tlalocan, pidieron a los niños que lo sacaran y lo prepararan para el entierro.
Los funerales de la tía Selena fueron inolvidables: la llevaron en andas, entre música de flautas, ramos de flores, y cohetones. La neblina era tan cerrada, que la abuela Ene, según contaba, apenas sí podía verse los pies.
—¿Qué mejor manera de llegar al Ayauhcalco, o Casa de la Niebla? –decían los ancianos, y aseguraban, también, que tía Selena podía pedir que alguno de sus familiares tuviera su misma muerte para ser llevado al paraíso donde ella se encontraba. Fuera cierto, o no, el tío Marcial eludió desde entonces las lagunas, los pozos y hasta el agua de las tinajas, y nunca, hasta su muerte, volvió a bañarse.
Me encantó el cuento Paco y déjame decirte que yo también he visto un Ahuítzotl, pero de lejitos porque si no ya estaría como Ofelia y quizás me estuvieran cafeteando.
ResponderEliminarAsí que mucho cuidado Axel Emanuel, es mejor verlo a través de unos prismáticos.
Me encantó el cuento Paco y déjame decirte que yo también he visto un Ahuítzotl, pero de lejitos porque si no ya estaría como Ofelia y quizás me estuvieran cafeteando.
ResponderEliminarAsí que mucho cuidado Axel Emanuel, es mejor verlo a través de unos prismáticos.