Homenaje a Umberto Eco (Alessandria, Piamonte, Italia, 5 de enero de 1932 - Milán, Lombardía, 19 de febrero de 2016)
Advertencia
Este no es un estudio profundo y sistemático sobre El cementerio de Praga; son, apenas, anotaciones marginales, impresiones, aclaraciones para uno mismo, constancias del impacto producido por la lectura, reflexiones instantáneas, apuntes sobre las emociones suscitadas por la novela. Ni siquiera podría proponerlo como crítica impresionista, sino a lo más como producto del encuentro de uno de tantos lectores con El cementerio de Praga.
Un epígrafe
Epígrafe.- Texto breve, generalmente de otro autor. Puede usarse para dar un indicio del tono, un anticipo del tema, o porque guarda una relación misteriosa con el libro. El epígrafe de El Cementerio de Praga proviene de Carlo Tenca y es una poética de la novela histórica, donde el énfasis se coloca en el carácter episódico como procedimiento para desviar la atención del hecho principal. Al incluirla, Eco se hace eco, e indica que la suya es una novela de ese tipo, con las características planteadas por el señor Tenca.
Tercera persona
Guiados por un Narrador en tercera persona, recorremos un barrio del París de fines del siglo xix y llegamos a la place Maubert. Nuestro guía se detiene para indicarnos el tipo de negocios, aclara términos de caló carcelario usuales en el barrio, hace comentarios tan eruditos como humorísticos… Culta es su afirmación de que ese sitio, en la Edad Media, fue centro de la vida universitaria y más tarde ahí se ejecutó a librepensadores. Ahora es zona de maleantes. Sí: los espacios cambian de signo y puede que acaben convirtiéndose en reverso de lo que fueron.
Siguiendo a nuestro guía a través de callejuelas que parten de esa plaza, llegamos a un negocio de aparadores descuidados. Entramos: atiborramiento de cosas disímiles, viejas e inservibles, llenas de polvo. Nos adentramos y el espacio se vuelve ordenado; más dentro aún, objetos costosos… Este recorrido tal vez no esté de más; situar a un personaje en zona de maleantes es, quizás, un indicio de su perfil.
Al descubrir al hombre del escritorio inmerso en la escritura, nuestro narrador pide no preguntarle quién es, a qué se dedica, cuál es su historia, pues en ese momento, igual que nosotros, acaba de conocerlo. (En otras palabras, él está fuera de la historia que se contará, desconoce cómo se llama, qué ha hecho “ese” que vemos, cómo ha llegado allí, qué piensa… Sí: nuestro guía es un narrador extradiegético, y su función, asegura, se limita a situarnos en tiempo y en espacio, aunque más adelante resumirá, ordenará el material y comentará lo consignado para reducir el desorden.)
Hecha la aclaración, nos deja con el protagonista y, al alejarse, nos percatamos de que ha procedido, hablando en términos de técnicas cinematográficas, como si se tratara de una toma secuencia: el zoom avanzó desde la panorámica hasta place Maubert, remontó las sinuosidades de la calle, descubrió el negocio, entró, hizo un paneo, avanzó al segundo espacio, se detuvo un momento, llegó al tercer espacio, y al descubrir al hombre, se detuvo. La toma tuvo algo de moroso y nos permitió entrever, sin dejar de avanzar, detalles del ambiente.
Pero también, al mostrarnos esos tres espacios, tan distintos, aunque pertenecientes a un solo personaje, fuimos de la esfera de lo público a la esfera de lo íntimo y, simultáneamente, esa diferencia de espacios anuncia una primera discrepancia entre aparecer y ser, al tiempo que arroja un misterio sobre el desconocido que allí habita.
Este no es un estudio profundo y sistemático sobre El cementerio de Praga; son, apenas, anotaciones marginales, impresiones, aclaraciones para uno mismo, constancias del impacto producido por la lectura, reflexiones instantáneas, apuntes sobre las emociones suscitadas por la novela. Ni siquiera podría proponerlo como crítica impresionista, sino a lo más como producto del encuentro de uno de tantos lectores con El cementerio de Praga.
Un epígrafe
Epígrafe.- Texto breve, generalmente de otro autor. Puede usarse para dar un indicio del tono, un anticipo del tema, o porque guarda una relación misteriosa con el libro. El epígrafe de El Cementerio de Praga proviene de Carlo Tenca y es una poética de la novela histórica, donde el énfasis se coloca en el carácter episódico como procedimiento para desviar la atención del hecho principal. Al incluirla, Eco se hace eco, e indica que la suya es una novela de ese tipo, con las características planteadas por el señor Tenca.
Tercera persona
Guiados por un Narrador en tercera persona, recorremos un barrio del París de fines del siglo xix y llegamos a la place Maubert. Nuestro guía se detiene para indicarnos el tipo de negocios, aclara términos de caló carcelario usuales en el barrio, hace comentarios tan eruditos como humorísticos… Culta es su afirmación de que ese sitio, en la Edad Media, fue centro de la vida universitaria y más tarde ahí se ejecutó a librepensadores. Ahora es zona de maleantes. Sí: los espacios cambian de signo y puede que acaben convirtiéndose en reverso de lo que fueron.
Siguiendo a nuestro guía a través de callejuelas que parten de esa plaza, llegamos a un negocio de aparadores descuidados. Entramos: atiborramiento de cosas disímiles, viejas e inservibles, llenas de polvo. Nos adentramos y el espacio se vuelve ordenado; más dentro aún, objetos costosos… Este recorrido tal vez no esté de más; situar a un personaje en zona de maleantes es, quizás, un indicio de su perfil.
Al descubrir al hombre del escritorio inmerso en la escritura, nuestro narrador pide no preguntarle quién es, a qué se dedica, cuál es su historia, pues en ese momento, igual que nosotros, acaba de conocerlo. (En otras palabras, él está fuera de la historia que se contará, desconoce cómo se llama, qué ha hecho “ese” que vemos, cómo ha llegado allí, qué piensa… Sí: nuestro guía es un narrador extradiegético, y su función, asegura, se limita a situarnos en tiempo y en espacio, aunque más adelante resumirá, ordenará el material y comentará lo consignado para reducir el desorden.)
Hecha la aclaración, nos deja con el protagonista y, al alejarse, nos percatamos de que ha procedido, hablando en términos de técnicas cinematográficas, como si se tratara de una toma secuencia: el zoom avanzó desde la panorámica hasta place Maubert, remontó las sinuosidades de la calle, descubrió el negocio, entró, hizo un paneo, avanzó al segundo espacio, se detuvo un momento, llegó al tercer espacio, y al descubrir al hombre, se detuvo. La toma tuvo algo de moroso y nos permitió entrever, sin dejar de avanzar, detalles del ambiente.
Pero también, al mostrarnos esos tres espacios, tan distintos, aunque pertenecientes a un solo personaje, fuimos de la esfera de lo público a la esfera de lo íntimo y, simultáneamente, esa diferencia de espacios anuncia una primera discrepancia entre aparecer y ser, al tiempo que arroja un misterio sobre el desconocido que allí habita.
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