lunes, 14 de diciembre de 2015

Jiang Shi, Por Mariana Vega

Jiang Shi

Mariana Vega



Sentados a la mesa, Akame observaba con meticulosidad a su marido mientras éste comía su cena, enfundado en su lustroso uniforme militar de la dinastía Qing. Silencioso y taciturno, Yìzhǔ siempre se había caracterizado por ser un hombre que poco llamaba la atención; era casi invisible para la sociedad.

Ella no estaba segura de qué le había atraído de él, pero aún ahora, acentuado hasta el colmo su silencio y distancia, estaba agradecida por los gemelos que, juntos, gestaron diez años atrás.

Yang se parecía a Yìzhǔ, quizás demasiado; pocos amigos en el colegio, parco en su hablar y concentrado en sus libros durante la mayor parte del día.

Yin, por su parte, era una niña dulce y cariñosa; gustaba de jugar con sus muñecas o acariciar durante horas a su pequeño perro, Lee.

Akame sonrió. Los niños eran la razón de ser de aquel matrimonio que, con el paso del tiempo, parecía desmoronarse.

A últimas fechas, desde la batalla perdida en Xinhai, su marido decidió cerrar todo canal de comunicación con su familia, eternizando los silencios y evadiendo las caricias. Tan grande era su desprendimiento afectivo, que Yìzhǔ ni siquiera se dio cuenta de la mirada acuciosa de Akame. Se limitaba a inclinarse sobre la mesa disfrutando de la comida.

Era el único acto al que se entregaba con placer. Sus encuentros sexuales comenzaron siendo salvajes en principio, para culminar con el tiempo en lánguidos y tristes clímax insatisfactorios, como el de la noche anterior, donde lo único que a ella le había quedado eran moretones y dolorosos cardenales por todo el cuerpo.

Yìzhǔ dejó escapar un leve gruñido que sacó a Akame de sus pensamientos, y volvió la atención hacia su marido. Comía con tanto deleite, que cada sonido emitido parecía suculento. Sin percatarse apenas, Akame pasó la punta de la lengua sobre sus propios labios, y se dispuso a comer ella misma.

Levantó los brazos para destazar hábilmente el platillo con dedos y uñas, abriéndose paso hacia el centro del manjar. Con avidez, imitó a Yìzhǔ, arrancando pequeños trozos que metió en su boca al tiempo que observaba a su marido. Éste daba cuenta de lo que quedaba del pequeño cuerpo inerte de Yang sobre la mesa.

Akame cerró los ojos para masticar su platillo, y no mirar cómo la vida se alejaba de Yin.

Sin embargo, no pudo evitar una débil sonrisa al sentir en el paladar el dulce sabor de la carne que se mezclaba deliciosamente con el amargo sabor de su tristeza.






(En la cultura y folklor chino, el Jiang Shi es el zombi oriental, que resulta tan aterrador en su realidad humana como los zombies haitianos. Se traduce como “cadáver rígido”. Las leyendas cuentan que se les encuentra siempre ataviados con los uniformes funerarios del ejército de la dinastía Qing.Se  alimenta de seres humanos, y se transforma tras haber tenido una muerte violenta, como la enfrentada por los soldados en las guerras).

3 comentarios:

  1. Interesante el desarrollo de la trama y sorprendente terror al estilo de Mariana, me gustó mucho...

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  2. Interesante desarrollo de la trama y el terror sorpresivo al estilo de Mariana

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  3. ¡Felicidades Mariana! Lograste que se me antojara la cena marital.

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