martes, 23 de junio de 2015

Salvador Elizondo y sus lectores (Segunda de tres partes)


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Continuación...

Salvador Elizondo no es para quien busca el espectáculo superficial y efímero de la literatura. La suya no es una propuesta light --como la comida ídem, de carbohidratos y calorías controlados-- ni tiene las características del bestseller, creado como simple mercancía para el úsese y olvídese. Si uno busca sensualidad, placer, lectura ligera para matar el tedio o consumir el tiempo, esta literatura no es recomendable porque lejos está del simple divertimento; no busca consumidores cautivos sino semejantes (16,000 ejemplares en 30 años muestran lo reducido de su público), y aunque éstos son escasos, una vez llegados al universo elizondiano pueden sentirse cómodos con esos personajes que poseen interioridades potentes, que dudan, reflexionan y cuestionan todo, hasta a sí mismos.

  
La distancia con respecto al lector medio se establece en ocasiones desde el título, porque quién, luego de leer "Ambystoma trigrinum", continúa, y si persiste en la lectura, al encontrarse con "batracio urodelo", "universo paralelepipedal", "heurística", "connubial", "ocreáceas", "pentélica", tiene dos caminos: ir por un diccionario o dejar el libro. Y está, además, la densidad de su escritura --opuesta a lo ligero--, la lucidez, la racionalidad --sin llegar a los extremos de la purga de lo sensorial y emotivo de un Borges-- y, por si fuera poco, a Salvador le gusta el absurdo, cultiva el humor negro y llega al escepticismo, y eso, para muchos, no sólo es irritante, sino intolerable.


© Paco Pacheco

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