viernes, 12 de junio de 2015

La luz que regresa, Por Paco Pacheco

Inicio algunos comentarios sobre Salvador Elizondo con base en la antología "La luz que regresa", publicado por el FCE, Colección Popular 287. El primero se titula:
Salvador Elizondo: El escritor frente al espejo

Entre los temas recurrentes de Salvador Elizondo están los espejos y la escritura. Su aparición en distintos textos lleva a muchos lectores a creer que al escritor le fascina hablar de sí mismo, que es un narcisista. Puede, sin embargo, que espejos y escritura ocupen ese lugar privilegiado por otra razón, v.g., por su capacidad de reflejar el mundo (externo, en el caso de los espejos; interno, en el de la escritura). Planteado en términos simplistas: los espejos reflejan, la escritura también. Pero lo de él es más complejo: la imagen del espejo es mecánica, indiferente; la de la escritura implica asumir el mundo, interiorizarlo. Más todavía: la escritura como asunto termina postulándose como una reflexión sobre los vínculos entre la obra y su creador, una investigación sobre la forma en que opera la creación literaria, las energías ingentes que ésta pone en juego -si la energía contenida en un poema de Mallarmé pudiera ser reconvertida y aprovechada, como lo hace el profesor Aubanel en el cuento titulado "Anapoyesis", bastaría para iluminar una ciudad completa-, la manera en que personajes y autor se encuentran proyectados, contenidos, sujetos en los límites del texto. Más aún: la relación entre personaje y autor, como sucede en "La historia según Pao Cheng", hace que esas dos entidades no sólo se presupongan, sino que dependan una de la otra para poder existir en ese pequeño e inmenso territorio que llamamos cuento. (Hay una obra de Escher que me recuerda este intento de Elizondo: la de las manos dibujándose una a otra.) Si buscáramos equivalentes de Elizondo en la escritura, esos podrían ser Paz y Borges, practicantes de una racionalidad extrema, pero dueños también de una teoría de la imaginación colindante con la matemática.


© Paco Pacheco

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